Mes de Febrero.
Meditación misionera - febrero de 2010
Mensaje para el 17 de febrero
La Conversión: una tarea, un regalo

Tras celebrar el 184º aniversario de la aprobación pontificia, llegamos a 2010, año de nuestro 35º Capítulo general. El tema propuesto es la “Conversión”. Este año ha comenzado con la terrible catástrofe, en Haití, acarreando la destrucción de la capital y otras ciudades. Además de ciento sesenta mil muertos; también hay pérdidas humanas entre los Oblatos y sus familias. La Administración provincial de una de nuestras Provincias más fuertes tuvo que trasladarse, nuestros escolásticos debieron abandonar sus estudios, y han quedado destruidas las construcciones más importantes.
Este terrible desastre de Haití recuerda el paso donde Jesús habla de la caída de la Torre de Siloe en el que aborda explícitamente la cuestión de la conversión. Jesús dijo: “Aquellas dieciocho personas sobre las cuales cayó la Torre de Siloe, y las mató, ¿piensan que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? No, se los aseguro, pero si ustedes no se convierten, perecerán todos de la misma manera.” (Lc. 13,4-5) ¿Cómo este terremoto nos llama a cambiar nuestras maneras de actuar?
Cada Capítulo general habla de convertirse apuntando a la vocación original, sólo que esta vez, hicimos del tema algo explícito. Hay una determinada urgencia. San Eugenio de Mazenod también sintió una llamada urgente a la conversión en el momento en que se aprobaba nuestra Congregación: “En nombre de Dios, seamos santos” escribe el 18 de febrero de 1826. ¿Experimentamos esta misma urgencia? ¿La conversión nos llegará de verdad ahora?
Aunque hagamos hincapié en la conversión, aunque debiera haber un planteamiento de reflexión, podemos seguir siendo escépticos. Por experiencia, sabemos demasiado bien, que nuestras buenas intenciones, a menudo, no duran mucho tiempo; ¡el ejemplo clásico son las resoluciones de Nuevo Año que, sea dicho, se no sobreviven más allá de enero! Corremos el riesgo de desalentarnos o pasar por cínicos debido a nuestra resistencia al cambio. Quizá tenemos que aprender aún más sobre la conversión, acercarnos bajo distintos ángulos.
1. Un primer aspecto: el cambio de mentalidad al cual estamos llamados depende nosotros. Jesús utiliza el imperativo cuando dice: “el Reino de Dios está muy cerca; cambien sus vidas y crean en el Evangelio” (Mc.1, 15). Diciendo: ‘cambien sus vidas’, indica que pide claramente un esfuerzo por nuestra parte.
Pero los propios Evangelios, hablan de nuestras dificultades con esta llamada urgente de Jesús. Cuando Jesús dice: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico de entre en el Reino de los Cielos” el texto sigue: Los que lo oyeron dijeron: “¿Entonces quien puede salvarse?” (Lc. 18,25-26)
2. Arrepentimiento, cambio de vida, conversión pueden también verse bajo otro ángulo. Jesús, en su respuesta a las preguntas de mas arriba a los discípulos sobre: ¿”Quién puede salvarse”? Responde de manera que conforta: “Lo que es imposible a los hombres es posible a Dios” (Lc. 18,27). En otras palabras, somos ayudados. No se nos no abandona, la conversión no es solamente asunto nuestro.
Procuremos describir esta ayuda sobre la que se nos pide confiar. Me vienen a la mente comparaciones y metáforas. ¿Cuáles son estos atajos? Eso puede ser ambiguo, será necesario dejar de lado la conversión; obviamente, Dios “no ha dado permiso a nadie para pecar” (Si. 15,20). No hay atajo que evite la conversión al Reino, en un mundo dónde Dios reina, en la Jerusalén celestial… Pero existe un atajo, un camino más corto que Dios quiere indicarnos después de que hayamos comenzado nuestro esfuerzo.
Otra metáfora podría ser “conversión asistida” (power conversión). La expresión puede parecer un poco artificial; la palabra “poder” hoy se utiliza en muchas nuevas combinaciones: ‘dirección asistida’ (power steering); las ‘máquinas útiles’ (power tools); ‘cargador’ (power charger); ‘supermotor de búsqueda’ (power search); e incluso el ‘siesta flash’ (power nap). Estas expresiones indican la presencia de una energía adicional, algo más que nuestra simple energía ordinaria. ¿Habrá entonces un ‘conversión asistida’ (power conversión)?
Atrevámonos a decir: debemos tener acceso a una fuerza mayor que la nuestra, si queremos avanzar por la vía de la reforma de nuestra vida. San Eugenio estaba convencido de que esta fuerza adicional se nos había hecho disponible con la aprobación de nuestras Reglas. El 18 de febrero de 1826 escribía: “no son simples reglamentos… Son la Reglas aprobadas por la Iglesia… han sido juzgadas santas y eminentemente aptas para conducir al objetivo que ellas abarcan. “
Atajos, y energía suplementaria, ambas metáforas para decir que la conversión no es posible sin la gracia de Dios. Es una tarea pero más aún un regalo. Los exegetas señalan que la llamada de Jesús: “Cambien sus vidas y crean en el Evangelio” puso juntos de manera inseparable el cambio del corazón y la fe; uno no puede ir sin el otro. Entre los numerosos dones poderosos de la gracia, tenemos los sacramentos, la Sagrada Escritura, la comunidad, etc. Quisiera, si me lo permiten, destacar una manera especial de realizar el cambio que Dios nos pide: nuestro compromiso con los pobres. Esto es especialmente significativo inmediatamente después del terremoto.
La Constitución 5 nos recuerda que “somos una Congregación misionera. Nuestro principal servicio en la Iglesia es proclamar a Cristo y su Reino a los más abandonados.” Cuando Jesús hizo su comentario sobre la Torre de Siloe, observó probablemente que algunos tomaban sus distancias con relación a las víctimas, diciendo que eso les había sucedido porque eran pecadores. ¡Se oyeron algunas voces similares con respecto a Haití, incluso aún hoy! La respuesta de Jesús es: Son seres humanos iguales a ustedes, no tienen ninguna supremacía sobre ellos, ustedes habría podido fallecer como ellos, ¡pues, conviértanse!
En la práctica significa para nosotros a quienes no ha afectado el terremoto, que debemos mostrar nuestra solidaridad y no tomar distancias, estamos en el mismo barco. El Provincial de Haití escribió recientemente: “es una ocasión para mirar la vida con nuevos ojos, con el fin de apreciar el don de Dios, que recientemente hemos recibido. Es una ocasión de mayor solidaridad entre nosotros. “
Desde 1826 llevamos el nombre de María. ¿Cómo reaccionaría delante de aquellos “sobre los cuales cayó la Torre de Siloe”? Creo que ella, que es madre, nos pide hoy encontrar la gracia de la conversión, en nuestra solidaridad con los pobres.